27 de marzo de 2011

Obsesiones

No hay cosa que me cause tanto desasosiego como cometer errores que he tratado una y otra vez de no repetir, viene al caso que por varias vías el tema de la disciplina ha venido haciendo como eco en mi cabeza. Una buena amiga mando una comparativa sobre la diferencia entre lo que sucedía en 1960 y lo que sucede ahora en cuestiones sencillas de disciplina, y un programa de esos del Discovery sobre una familia que se esfuerza y los hijos simplemente son unos parásitos que pretenden que los padres lo consigan todo. Hoy frente a esos ojos que tienen la cualidad de cuestionarme todo, le ofrecí a mi hijo la opción de quitarle la tele o darle un par de nalgadas como consecuencia de algo que el sabia estaba mal y me asombro su respuesta, quería el par de nalgadas. ¿Se los doy o no? fué la tonta pregunta que apareció en mi cabeza, no por el hecho del castigo por lo que me recuerda, por el furor que me causan los golpes recibidos, y ante mi propio destartalado corazón el pasado me ha caído como una zambullida en el polo norte.  Es difícil disciplinar a los que uno ama, no me quiero imaginar lo difícil que ha de haber sido conmigo, pero sé que es importante adquirir una serie de valores fundamentales para poder funcionar en sociedad y llegar a sentirse importante porque lo que uno hace es de valor para uno mismo. Yo no tengo esas cualidades, es mas, el 80% de lo que me pasa se que viene de decir siempre lo que creo y rebeldemente creer que ahora que ya cumplí más de la cuarta parte de un siglo tengo el derecho por el silencio que sufrí. No me gustan los jefes, no tengo una relación adecuada con la autoridad, sufro de depresiones crónicas y tengo un serio trastorno obsesivo compulsivo con el orden, la limpieza y la comida. ¿Qué más puedo decir? Equilibrio, a mi la represión me volvió obsesiva pero a este mundo alrededor el libertinaje lo ha vuelto inhumano, así las cosas ¿Qué prefiero? A ojos cerrados, las obsesiones.