19 de agosto de 2013

Hay vicios indomables



Se anidan en tu ser vivo como tatuajes como esquirlas como el confort que producen como tu imagen dibujada en acetato, los libros se me acumulan en los estantes de mi cerebro y recorrer el pasado para encontrarlos es como esta mañana al sol. Una enorme mosca tse tse ronda en mi teclado recordándome toda la mierda que existe alrededor, divagar en lo que hago ante el suena bastante apropiado hacerlo con ella, embarcarme en este mundo no me cabe en mi piel y el que hacer  me grita las millones de posibilidades que me suceden. No la quiero matar tiene unos enormes ojos anaranjados y sé que me está mirando mientras defino que es lo que tengo que hacer con el espacio en el que estoy.  Títulos, unos de aquí otros de los inventados todos ordenados me miran desde los lomos de lo que imagino será algún día mi propio condición, ¿Cuándo se me acabaran las ganas? La respuesta avecina el tsunami en el cual voy a convertir mi vida, porque sé que nunca, sé que jamás me dejaran de perseguir las ideas, las historias, las convenciones que tengo que cambiar, el oído presto que se me pierde entre los quicios, los dobleces que le hago a las ganas para dejarlas a la espera de que este día de trabajo me permita zambullirme nuevamente en ti.

13 de agosto de 2013

Declaración



Me enfrento a mí sin mí. Todos tenemos algunos momentos de la vida que quisiéramos olvidar. Ante ese dilema se asoma el gris plomo de mi escritorio con los versos de Elsa Cross y la historia del otro lado del sexo de Valérie Tasso. Tantos años han pasado y encontré en medio del orden que quise imponer a mi agenda hoy los escritos de mi vida en Estados Unidos. Fueron solo unos años pero si los vivo en sentimientos creo que fue toda una vida. Me encontré a Clara un poco perdida, soñando entre las avenidas de árboles de Philadelphia donde encontré una forma muy amable de verme entre los trajes negros de mi oficio de mercadeo y recursos humanos. La sensación principal en cada momento fue de nostalgia, de ballet a lo Burana, de toxicidad en libros negros de Poe, en la vertiente que tiene mi piel de fulgurar en invierno. Tengo que hacer un pausa de café… hay tanto que se dice de Estados Unidos, de la gente que vive allá de los humores, de las hamburguesas, de los negocios, para mí es de otro nombre con lo que convivo en ese país. Los cambios de estaciones a la par del rio Schuylkill, o caminando por todas esas calles que tienen nombres de árboles, Oak, Willow. Me veo ese día de invierno caminando por las calles llenas de gotas ámbar, vadeando charcos con la sensación de serena libertad que te da saber que has llegado de la guerra. Hoy está en mi mente cada montículo recorrido o el venado que atropelle en mi ignorancia de como conducir por Valley Forge. La ciudad desde la postal de mi recuerdo es como una imagen mimética atomizada con patinas superpuestas de los escombros que fue dejar ese país, y hoy la bofetada de mi escritura corta en papel bond de agua con manchas de nieve y amarillas de olvido. El recuerdo me recorre el humo de mi entorno, la vehemencia de mi libertad me aturde los sentidos de lo encontrado y oír a Silvio no es lo mismo. Geste en ese lugar una canción a la cual me aferro cuando días como hoy vendería mi patria por vivir un poco como allá, la calle tenia antídoto de aire cuando el encierro me agobiaba; cerrar los ojos y ver los arboles cambiando de color, el río correr en mi alrededor y por qué no, pensar en él. No escribo su nombre porque no es justo para O. el dolor tiene sentido ahora, cuando me puedo ver en sus brazos despertando en esta vida que se ha logrado, en el hogar que compartimos, en las madrugadas donde las palabras nos acompañan. Me levanto en una cama compartida desde hace mucho tiempo con un solo hombre, no hay otros, solo recuerdos, solo espacios de un cuaderno donde los nombres que fueron hoy son pequeñas diáfanas sombras que componen la andanada de amores que algún día tuve y que ya no tendré. Creí que amar empezaba afuera, empieza adentro, tejido íntimamente con dosis diarias de bienestar verde, con dosis diarias de mensajes en pantallas LED, te amo me dice, lo tengo que creer, porque sino el sentido de estos diez años sería inocuo, vacío, encandilado en el balance de los sinsabores. Te amo O, entero, redondo, preciso, inmenso, tú sabiendo que extraño, yo sabiendo que se me cae el pelo, tú entendiendo que no entiendo, yo sin entender que lo hago. Ayer que el día me comía los minutos regrese del trajín del día a una cama cálida, a un amor nocturno, a un hombre que simplemente sabe amarme.