Se anidan en tu ser vivo como tatuajes como
esquirlas como el confort que producen como tu imagen dibujada en acetato, los
libros se me acumulan en los estantes de mi cerebro y recorrer el pasado para encontrarlos
es como esta mañana al sol. Una enorme mosca tse tse ronda en mi teclado recordándome
toda la mierda que existe alrededor, divagar en lo que hago ante el suena bastante
apropiado hacerlo con ella, embarcarme en este mundo no me cabe en mi piel y el
que hacer me grita las millones de
posibilidades que me suceden. No la quiero matar tiene unos enormes ojos
anaranjados y sé que me está mirando mientras defino que es lo que tengo que hacer
con el espacio en el que estoy. Títulos,
unos de aquí otros de los inventados todos ordenados me miran desde los lomos
de lo que imagino será algún día mi propio condición, ¿Cuándo se me acabaran
las ganas? La respuesta avecina el tsunami en el cual voy a convertir mi vida, porque
sé que nunca, sé que jamás me dejaran de perseguir las ideas, las historias,
las convenciones que tengo que cambiar, el oído presto que se me pierde entre
los quicios, los dobleces que le hago a las ganas para dejarlas a la espera de
que este día de trabajo me permita zambullirme nuevamente en ti.