19 de agosto de 2013

Hay vicios indomables



Se anidan en tu ser vivo como tatuajes como esquirlas como el confort que producen como tu imagen dibujada en acetato, los libros se me acumulan en los estantes de mi cerebro y recorrer el pasado para encontrarlos es como esta mañana al sol. Una enorme mosca tse tse ronda en mi teclado recordándome toda la mierda que existe alrededor, divagar en lo que hago ante el suena bastante apropiado hacerlo con ella, embarcarme en este mundo no me cabe en mi piel y el que hacer  me grita las millones de posibilidades que me suceden. No la quiero matar tiene unos enormes ojos anaranjados y sé que me está mirando mientras defino que es lo que tengo que hacer con el espacio en el que estoy.  Títulos, unos de aquí otros de los inventados todos ordenados me miran desde los lomos de lo que imagino será algún día mi propio condición, ¿Cuándo se me acabaran las ganas? La respuesta avecina el tsunami en el cual voy a convertir mi vida, porque sé que nunca, sé que jamás me dejaran de perseguir las ideas, las historias, las convenciones que tengo que cambiar, el oído presto que se me pierde entre los quicios, los dobleces que le hago a las ganas para dejarlas a la espera de que este día de trabajo me permita zambullirme nuevamente en ti.