18 de octubre de 2011

Alto, paro, respiro

Debo hacer un alto en este camino que se llama mi vida, por muchas razones, porque lo que soy esta tejido intrínsecamente en las palabras, especialmente las favoritas: fe, amor, desamor, conflicto, aliento, café, y otras mas que hoy estoy segura forman dendritas de mis neuronas.
Escribir es como el aire que respiro, vital, aliciente de mis noches que ahora son solo noches, no hay gatos, ni cigarros, ni fantasmas, me miro reflejada en la honda paz que me avecina la careta que tengo puesta, es tanta y de tanto tiempo que no me la puedo sacar, así que ya es mía, o tal vez solo fue cambio, solo fue entendimiento, solo fue aventura. Siento una inmensa satisfacción personal, de esa que esta íntimamente ligada a saber que he crecido, que soy una mejor persona que lo fui ayer, que se que cometo errores, pero no los mismos, una y otra vez. Quisiera hoy la sabiduría de Buda para poder en pocas palabras recrear esta sensación que tiene tonos naranjas y sabor violeta de ajonjolí, mi taza de café adquiere la tonalidad del cielo encapotado por días, por miles de momentos, por espacios diferidos y enigmáticos ¿Por qué mi cabeza padece de ideas, o se asusta de escenarios? Es solo una enorme espiral de cardamomo subiendo elíptica por la marea verde de la fuerza. Frente a esta computadora, la vida ya no se escribe como solía con tinta de calamar, ahora son logotipos tipos de resacas de colores brillantes y tienen algunas ideas que no me dejan pensar. El ruido, el total ruido de las cosas, cuando se incrustan en la vida, en las ideas prestadas, en el suelo de círculos concéntricos que me llevan a este momento, aquí, expectante llena de vida.