21 de marzo de 2011

Fuera de Lugar

Hoy descubrí una de las sensaciones mas beligerantes de los seres humanos. Por mucho tiempo negue la existencia de algún apice de ella en mi vida, durante toda mi adolescencia siempre quise huir de ella, y la mayor parte de mi vida adulta simplemente la obvie; la razón es bastante obvia, no soy igual a nadie que conozca, tengo muchos rasgos de humano, pero casi todos son puramente circunstanciales, así que no me alteraba por ello y trataba de evitar sentir, cada minúscula partícula de esa sensación fue quirúrgica y patológicamente removida y guardada. Pero no, aparecen esos torbellinos de días 21 que se cruzan por tu galaxia cuando se cuelan en tu herida y sin darte cuenta, estas llorando pensando que no debes estar llorando.

No me queda mas que abrir la herida nuevamente y extraño como parezca llorar desgajando el pasado que se había envasado en pequeñas botellas de mar, no me logro sacudir esta extraña sensación, que es como un agujero, un vacío de ideas, sea donde sea de tu cuerpo donde se producen los sentimientos solo hay sal, cloruro, vinagre y algunas gotas de luz de luna, que para rematar el equilibrio y hacerlo una bomba de tiempo recurre a las mareas para tirarte a la playa.

No soy de este planeta, estoy segura que caí de algun cometa fuera de circulación (para citar a otro y no robarme yo sola el espacio, es Aute), soy un ser extraño hasta para mi propia sangre, y no hablo en metáfora, es una realidad, soy extraña, taciturna, iracunda, sensible, y sobre todo clara, mezcla por demás de dinamita sentimental, con miras a destruirme la vida. Como diría mi estimada Margarita es un Tragos, clásico y griego, destinada a la grandeza y rodeada de mis propias imágenes distorsionadas de mí misma de lo que otros piensan de mi movidos por lo que creen soy cuando saben que ellos fueron los neutrones de estos protones, sin pensar que intentar restar partículas produciría una guerra nuclear.

Llevo días pensando en este fenómeno, pero hasta hoy puedo hacer un hincapié y reflexionar en profundidad sobre su magnitud, sobre lo que ha hecho no solo conmigo sino con toda la raza humana, de alguna forma bizarra entiendo el racismo del cual nunca he sido partidaria, ni lo seré nunca, solo  digo que lo entiendo, no eres parte de nada, y quieres sentirte parte de algo, parte importante y fundamental del que hacer de aquellos que dicen amarte, pero es solo una ilusión de esas tipo novela rosa, espejismos. Íntimamente relacionado esta la soledad y la duda: ¿Es algo en mi que produce la emoción ajena, o es el desprecio ajeno que produce mi estado actual? ¿Será la intención de soledad la que cuenta la historia o la función fática la que prevalece en cualquier situación de comunicación de parte? ¿Es un círculo vicioso que se encadeno a un hecho irrelevante pero que fue tan acertado que ahora se encadenan el resto de los hecho similares? No lo sé, no quiero echar culpas a nadie, solo quiero saber que se hace con ello, que se puede hacer cuando te miras a un espejo y sabes que lo que estas viendo no es lo que quieres ser, y no sabes realmente si te convertiste en ello por puro despecho o por puro equivocarte, o por esconderte de nuevo a que duela tanto.
No cabe aquí eso de ser original, todos en nuestra forma lo somos, aun que sea solo por ADN somos irrepetibles, únicos e inigualables, pero siempre hay seres del mismo lugar. Cuando leí por primera vez el lobo estepario, tenia  13 años, cuando ahora reflexiono en él y el dilema de Harry, me ilumina una breve sonrisa, soy un lobo gris, no me gusta la manada, y honestamente tampoco les gusto a ellos, a las personas no les gusta sentirme en la piel, soy un remanente de emociones incorrectas, o simplemente me atormenta la cantidad de neuronas que procesan info en mi materia gris, y solo yo puedo hacerlo a esta supersonica velocidad, los demás no saben sentir a un sentimiento o descubrir un entierro de hormigas, hoy no fui parte de lo único que me siento parte y sin saberlo, o quererlo o preverlo regresé a tener siete años: mire arriba, el cielo estaba gris, no se si por el yeso o por mi tristeza pero ese carro encima de mi truncó muchas buenas cosas que me solían pasar, ya nadie juega conmigo, ya no puedo bailar, ni siquiera moverme, mis hermanos juegan afuera, otra vez, nadie me va a ver, nunca me han visto, nadie puede. Treinta años después, es igual, no me ven, no pertenezco, a veces no soy ni parte, debiese ser bueno, pero días como hoy en que te sabes tan bien fuera de lugar, duele.