22 de mayo de 2011

Sexo en Playback

Creo que una de las razones por las cuales estoy peleando una guerra sin cuartel contra tanta iglesia que hay es esta  maravillosa aventura que se llama sexo. Así, sencillo, sin ambages y sin nombrecitos que todos somos tan capaces de darle a uno de los actos más humanos de todos los seres. Somos los únicos que lo pueden disfrutar, y la iglesia por no sé que extraña razón ha dado la lata con que es un pecado el sexo sino esta circunscrito a rituales particulares que mas que otra cosa te salvaguardan de mil enfermedades, las cuales, si creo, hay que cuidar.
Lo peor es que parece  un mal universal, sean católicos, evangélicos, musulmanes, y no se cuanta mas religión hay, siempre el sexo tiene algo de “pecado”, se que miles de teólogos ponen el grito en el cielo y que mil mas querrán darme clases y que otros mas avezados me llamaran hereje, esta bien, yo estoy en paz con el universo y mucho mas cuando hago el amor con esa persona que llena mi vida, como dice Sabina: “un eclipse de mar”, así que esta bien, que hablen que digan, pero la verdad es que nos damos baños de pureza con este tema, que yo nunca, que yo no, pero entonces ¿porqué existen estadísticas de que cada segundo 30.000 personas están viendo porno al mismo tiempo, o que se convierte en una adicción, o que los matrimonios sufren por ello? Si, la pornografía es dañina, pero si nos vamos a lo básico, si no hubiese quien la consume, no habría quien la produzca, y si mi razonamiento es valido, el problema entonces los tenemos los papás, si nosotros los que nunca hablamos a calzón quitado de ello con nuestros hijos, los que no tenemos las agallas de buscar ayuda cuando no sabemos, los que queremos tapar el sol con un dedo y negar que la sexualidad es y será el motor del 90% de las relaciones humanas.
En mi andar por la vida me di en la cara con un libro escrito en 1523, donde Pedro Aretino, padre de la literatura pornográfica, si se le puede decir así, dice algo que es como un lema: “que nada hay que tanto aumente el deseo como el carecer de una cosa” y conste por escrito y casi notariado que fue el mejor legado que me dejo mi abuelo, ese hombre que me saco de la caja cuadrada y me enseño el mundo en casi su último regalo me dio estos libros, me imagino que pensó que como no iba a estar alguien tenia que dirigirme por estos derroteros, mis padres, pobres, ellos la verdad no sabían ni nunca sabrán de los libros que me dejo el abuelo, ni cuantos amantes he tenido, es mas si lo supieran no lo creerían, ni mucho menos decir que me hablaron de sexo, no los culpo, nos educaron y educamos a todos dentro del no, todo es no, para todo hay no, pero no decisiones críticas basadas en situaciones específicas las cuales podemos ser dueños de nuestros actos, eso es demasiado pedir. Así que vivimos en una sociedad, y no solo Guatemala, el mundo entero es igual, de hipocresía,  si no miren allí ese problema que se nos esta saliendo de las manos: las drogas, el día que la legalicen, la mitad de nuestros siniestros problemas desparecerán, para mientras seguimos en el redil santurrón de sociedades que dicen como deben ser las cosas, pero que todo lo quieren prohibir. Pero el problema de las prohibiciones es precisamente que se vuelven como manzanas codiciadas, con tantas ganas de más.  No tengo nada en contra de las religiones, o de las verdaderas buenas personas que creen en ellas y que viven en armonía, pero sí en los que quieren hacerme creer que el sexo es malo, equivocado y aun después de años de terapia, todavía tengo que escribir de ello porque el disco rayado de las monjitas de la primaria suena en inconsciente playback.