18 de mayo de 2011

Oriente entre dientes

Yo tendría que hincarme y darme en los dientes con un canto para agradecerle a Dios, todo lo que hace por mi, en todos los sentidos posibles, en todas las formas posibles, en todos los grados posibles, de verdad es solo un pequeñísimo gesto que debo realizar porque ahora que mi vida va saliendo de la maraña emocional en la que se encontraba me doy cuenta que tengo tanto a mi favor. Dios me doto con una particular forma de ver la vida: críticamente, todo para mi es un terreno fértil para desmenuzar, reintegrar en partes y volverlo a armar a mi forma, produzco inauditas ideas de lugares que no mueven a nadie y realmente creo que cuando uno escribe un demonio y un ángel se sientan a cada lado del moderno teclado para que la balanza de la vida no tire ni para un lado ni para el otro, pero recordando que no existe blanco sin negro. Yo soy un matiz de gris, casi magentoso, como un rayo de celaje a las 6:14 de la tarde cuando va a llover, y lo mas deleznable que me hago es que no mido el poder de mi propia fuerza,  la inmensa potencia que me sacude hasta el ultimo vestigio de mi ser, yo soy un monzón.  Ese viento  que es producido por otro desplazamiento que no es el propio, sino como empujado por otros,  este en especial el cinturón ecuatorial. Así como monzón de India soy una fuerza imparable de la naturaleza, capaz de llegar al extremo de lluvias torrenciales como en el verano monsonico que los vientos soplan de sur a norte, cargados de lluvias; o seca y fría como el  invierno de estos monzones. A que viene todo esto, bueno, tiene que ver con el enemigo interno, con ese ser que no me deja ser, con esa voz que he tenido que luchar que  no es mas que la mía, que no es mas que el cinturón ecuatorial que ha estado tratando de asfixiarme, así que la/lo mande a la mierda, afloje las amarras, tire por la borda toda la carga que no hacia ligera mi embarcación y con ánimos con muchos ánimos, navego entre pairos y deriva, como  diría mi estimadísimo Delgadillo. Si no la han oído alguna vez, háganlo, hoy es un día en que la vida vale tanto la pena vivirla, no solo por haber encontrado rumbo, si no por la puta satisfacción de sentirme con una sonrisa, mirar mi sombra en la pared y el añil no ser una carga sino esto, la forma, la razón exacta para vivir y silbar una tonadita  que sepa a oriente firme.