18 de enero de 2013

Humo en blanco y negro


Hay hábitos, malos lo sé, pero que cuando de vez en cuando los retomas regresas en el tiempo a los años que lo único que sostenían los días era el humo y el café, las letras, la tertulia y esos amigos que compartían a Silvio y Mises, juntos mezclados con vodka y cerveza añeja. Vivaldi me acompaña esta mañana que el frio que nos avecina abre la puerta para que los ruidos que me recuerdan porque amo las letras me corroe hasta los huesos. Escribir es mi arte, el porqué de mi existencia. En blanco y negro todo el huracán mental se asienta y deja flotar hasta arriba mi mejor lado, mi mejor parte, mi todo yo. Cuando quiero ser escuchada el teclado es mi mejor aliado y la pasión fluye como las lluvias del mes que naci en este país que me consterna hasta los huesos. La vida se me encaja en los oídos como notas disolventes y el extremo de la bulla no permite que hable como cuando estoy en esta hermosa sinapsis en que le robo el tiempo a lo cotidiano, al trabajo. En algún momento de la vida pensé que lo idílico sucedía al lado del Ganges, o el Éufrates, pero esta oficina con un escritorio de segunda y una taza de café desechable puede parecérsele, solo es cuestión de Vivaldi, soledad y teclado, humo puede o no estar no se ha vuelto tan indispensable aun que hoy sea el disparador. Los seres humanos estamos llenos de necesidades, lo han estudiado, las he estudiado, las he enseñado, puede ser que hasta las predico, pero mi necesidad es esta, cuando no está presente en mi vida, me sumo en la oscuridad profunda de las reflexiones espirales, sin rumbo o sentido, el mismo idioma le da sentido a la comisura de los pensamientos que insistentemente se apean de mis neuronas para montarse en el papel.
Las buenas historias solo son esos, historias, lo mío es otra cosa, es el crescendo de la Primavera, el staccato de Otoño, o la bola de adrenalina de Florencia en mis venas que grita el nombre que nadie me dice mas que yo. Desnudarse no es cuestión de ropa, es cuestión de letras, grandes, mayores, pequeñas, mayúsculas y sustantivos que atesoran el acervo que no puede quitársele más que dando una vuelta por el www.rae.es; la vida se antoja y se dibuja como un buen Dios la puesta de sol que no veré hoy.  Así que otro instante de humo para seguir con vida, guardados en momentos de otros, remozados con cal de olvido que solo recuerda la huella que pasa del tiempo y no tus huellas en el barro.
Viejos caballos rojos que esperaban en la repisa de las inconsistencias y hoy se desbocan, se anudan en mi garganta mientras grito con todo el aire de mis pulmones, mientras  me susurra a mi oído lo inaudito, lo proscrito de ser esta supernova que se niega a morir.  Adagios en descomposición muertes de nueronas y las almendras del destino golpeando cada nota con ademan de caballero, siempre está allí esperando a que se le abra la puerta para salir con toda la inmensidad de capa, cada enzima en su tiempo, pernocta en la osadía de ser, de estar y brillar con la luz fluorescente de las pantallas de plasma. Lo idílico tiene número y calle, azul en las paredes y anaranjado en las cornisas, se construye con sueldos que sostienen el día y la electricidad mientras el hombre que quiere una cotización no responde con la celeridad esperada, y el banco no realiza la transacción que espero.