Hay hábitos,
malos lo sé, pero que cuando de vez en cuando los retomas regresas en el tiempo
a los años que lo único que sostenían los días era el humo y el café, las
letras, la tertulia y esos amigos que compartían a Silvio y Mises, juntos mezclados
con vodka y cerveza añeja. Vivaldi me acompaña esta mañana que el frio que nos
avecina abre la puerta para que los ruidos que me recuerdan porque amo las
letras me corroe hasta los huesos. Escribir es mi arte, el porqué de mi
existencia. En blanco y negro todo el huracán mental se asienta y deja flotar
hasta arriba mi mejor lado, mi mejor parte, mi todo yo. Cuando quiero ser
escuchada el teclado es mi mejor aliado y la pasión fluye como las lluvias del
mes que naci en este país que me consterna hasta los huesos. La vida se me
encaja en los oídos como notas disolventes y el extremo de la bulla no permite
que hable como cuando estoy en esta hermosa sinapsis en que le robo el tiempo a
lo cotidiano, al trabajo. En algún momento de la vida pensé que lo idílico sucedía
al lado del Ganges, o el Éufrates, pero esta oficina con un escritorio de
segunda y una taza de café desechable puede parecérsele, solo es cuestión de Vivaldi,
soledad y teclado, humo puede o no estar no se ha vuelto tan indispensable aun
que hoy sea el disparador. Los seres humanos estamos llenos de necesidades, lo
han estudiado, las he estudiado, las he enseñado, puede ser que hasta las
predico, pero mi necesidad es esta, cuando no está presente en mi vida, me sumo
en la oscuridad profunda de las reflexiones espirales, sin rumbo o sentido, el
mismo idioma le da sentido a la comisura de los pensamientos que
insistentemente se apean de mis neuronas para montarse en el papel.
Las buenas
historias solo son esos, historias, lo mío es otra cosa, es el crescendo de la
Primavera, el staccato de Otoño, o la bola de adrenalina de Florencia en mis
venas que grita el nombre que nadie me dice mas que yo. Desnudarse no es cuestión
de ropa, es cuestión de letras, grandes, mayores, pequeñas, mayúsculas y
sustantivos que atesoran el acervo que no puede quitársele más que dando una
vuelta por el www.rae.es; la vida se antoja y
se dibuja como un buen Dios la puesta de sol que no veré hoy. Así que otro instante de humo para seguir con
vida, guardados en momentos de otros, remozados con cal de olvido que solo
recuerda la huella que pasa del tiempo y no tus huellas en el barro.
Viejos
caballos rojos que esperaban en la repisa de las inconsistencias y hoy se
desbocan, se anudan en mi garganta mientras grito con todo el aire de mis
pulmones, mientras me susurra a mi oído lo
inaudito, lo proscrito de ser esta supernova que se niega a morir. Adagios en descomposición muertes de nueronas
y las almendras del destino golpeando cada nota con ademan de caballero,
siempre está allí esperando a que se le abra la puerta para salir con toda la
inmensidad de capa, cada enzima en su tiempo, pernocta en la osadía de ser, de
estar y brillar con la luz fluorescente de las pantallas de plasma. Lo idílico tiene
número y calle, azul en las paredes y anaranjado en las cornisas, se construye
con sueldos que sostienen el día y la electricidad mientras el hombre que
quiere una cotización no responde con la celeridad esperada, y el banco no
realiza la transacción que espero.